En los últimos quince años, las ciudades españolas han visto florecer comunidades heterogéneas dedicadas a mantener la cultura del cine analógico. A través del intercambio de materiales, la influencia mutua, las proyecciones informales y la amistad, tres generaciones de cineastas se entremezclan en Madrid, Barcelona, Coruña y San Sebastián en un momento extraordinario para el cine poético español.