La experimentación española en el ámbito cinematográfico de los años 60 y 70 busca el enfrentamiento directo con la realidad con la intención de transformarla, más allá de retratar su entorno. Este cine de neovanguardia, distribuido y proyectado de forma clandestina, pasó a ser un proyecto marginal confinado en las aulas universitarias o en los cineclubs de la época. Algunos de sus autores –Adolpho Arrietta, por ejemplo- abandonaron España hasta los años 80; otros, como Antonio Artero o Alfonso Ungría, cayeron en el olvido más absoluto.